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Lamento del día

Mientras que yo soy un ciego que ha aceptado su propia invidencia, tú eres uno que aún cree que simplemente tiene una venda tapándole los ojos.

jueves, 27 de febrero de 2014

Microdemencia: Inverosímil

-Bueno, comencemos por lo básico. ¿Qué le ha hecho considerar que necesita una citación periódica con un psicólogo?

-Yo no he considerado nada. He venido obligada.

-De acuerdo. ¿Usted piensa que todo va bien, que no requiere ayuda de ningún tipo?

-Mire. Mejor vamos a dejar las cosas claras desde el principio. Hace tiempo estudié un postgrado de psicosociales. Sé a la perfección los procedimientos que hay que realizar en aquellas personas que… ¿cómo los describís? Ah, ya recuerdo… que no son conscientes de su trastorno mental. Vas a emprender un breve cuestionario que te encaminará a una serie de preguntas más concretas con la finalidad de que abra los ojos ante mi “enfermedad”.

-Está bien, me alegra que esté conversando con una persona que ha estudiado psicología. Pero ya le digo que esa no era mi intención. Esta es la primera sesión, imagino que se sentirá incómoda al venir aquí para que le curen algo inexistente. Por eso, me parece que lo mejor será hablar. Vamos a estar una hora aquí, ¿no cree que al menos una charla amenizaría esto?

-Si usted lo dice…

-Muy bien. A ver, ignore que esto es una consulta. Piense que está contándole a un amigo la razón por la que la han enviado aquí. Tal vez ese amigo pueda enfocar el asunto de tal forma que le ayude.

-Lo único que me ayudaría sería un papel en el que pusiera que soy una persona normal y corriente como el resto. ¿O es que pensar diferente ahora es síntoma de locura?

-¿A qué quiere referirse con diferente?

-Bah… me rindo. Será mejor acabar con esto cuanto antes… Verá, desde hace un lustro aproximadamente abandoné una medicación que tenía para la depresión. Parece irónico, pero, al tomarla, era como si mi depresión aumentara… Básicamente porque mis instintos suicidas eran mayores, llegando incluso a estar un par de veces hospitalizada por esta misma razón.

-¿Y cuando se retiraron los antidepresivos se sintió mejor?

-Así fue. A veces tengo ciertas recaídas y, para qué negarlo, me vienen pequeños impulsos que me incitan a quitarme la vida. No obstante, estoy muchísimo mejor sin esas drogas que con ellas.

-Eso es fantástico. Yo soy de esos que piensa que, si tu cuerpo puede arreglárselas sin un excesivo número de fármacos, es mucho más beneficioso que estar cada día consumiendo píldoras mañana y noche. Por cierto, ¿sería molestia si le pregunto cuál fue la razón de que fuera recetada con antidepresivos? ¿Era depresión mayor?

-Los tomaba desde que era una niña. Por esa época también me habían recetado ansiolíticos y neurolépticos, aunque estos me los retiró el propio médico con la mayoría de edad. Sin embargo, se negó a dejarme sin antidepresivos. Todo este mejunje se debía a un diagnóstico incongruente. Fui a decenas de psiquiatras y todos coincidían en que mi visión del mundo era una distorsión creada por culpa de mi apetencia por el aislamiento social.

-Me encantaría que me describiera esa supuesta distorsión, si no se siente incómoda, por supuesto.

-Para nada. Aunque primero tengo que dejar una cosa clara: yo estaba completamente de acuerdo con esos loqueros en lo referente a mi aislamiento. Hubo unos años en los que hasta pensaba que de verdad tenía algún trastorno. Es bien sabido que, normalmente, los niños y las niñas que se encuentran en soledad, en su necesidad de hablar con alguien, crean amistades imaginarias que son tan visibles para ellos y ellas como lo es un árbol o una nube.

-Pero creciste y esas “amistades imaginarias” no desaparecieron, ¿cierto?

-Eso es. Cada día, desde hace veintidós años, me ha estado acompañando una de estas amistades. Se van cambiando conforme la semana avanza. Mi favorita es la de los martes. Lleva una gran armadura electrónica y nos divertimos mucho haciendo trastadas en las tiendas de informática. Pero eso no significa que el resto no me caigan fenomenal.

-Y una pregunta, ¿esas amistades siempre han tenido una apariencia adulta o han crecido con usted? Quiero decir, ¿también eran infantes cuando usted era pequeña?

-¡Claro que sí! Son seres vivos como nosotros, si no hubieran sido niños en esa época, entonces ahora serían ancianos. Es pura lógica biológica.

-Entienda, haciendo un inciso, que no es muy habitual que una persona reciba una visita diaria de unos seres que sólo puede ver ella sola. A lo mejor por eso han pensado que debía hablar conmigo.

-Oh, pero eso tiene una explicación. No es que las demás personas no puedan verles, sino que no ponen empeño. Por eso afirmo que mi visión del mundo no es que esté distorsionada, lo que pasa es que mi inteligencia visual está más evolucionada y puedo interactuar con habitantes de otras dimensiones… Usted es de ciencias, no puede negar que la existencia de más dimensiones, ajenas a la nuestra, es real.

-Bueno… estudié ciertas teorías que hablaban acerca de ello, aunque sus conclusiones no se regían mucho por el empirismo convencional. De todas formas, si todo se debe a que los demás no ponemos empeño, ¿podría enseñarme a tratar de ver al amigo que le acompaña hoy?

-Puede resultar complicado detectar al de los miércoles. De los siete él es el único que es invisible. Me costó darme cuenta de su presencia, incluso creí que a mitad de la semana me abandonaban para descansar. Sin embargo, aunque sea muy apacible y parezca casi inexistente, él es muy atento y sabe escuchar. ¿Quiere notar su presencia?

-Me encantaría.

-De acuerdo. Necesito que deje de respirar cuando yo le diga. Ha de calmarse y concentrarse. No hace falta que cierre los ojos, solo quédese tranquilo. Sabrá cuándo él está cerca de usted, pero no le voy a decir lo que va a hacer, porque si no, pensaría que es un simple truco mental.

-Ok. Estoy listo.

-Vale, aguante la respiración… ahora. Bien, siga así… Saile, ve con él.

-No puede ser –respondió abriendo los ojos de inmediato–.

-¿Ve? Yo no he hecho nada, sólo le dije a Saile que improvisara. Por lo que veo le agrada acariciarle su cabello.

-Esto debe ser una broma…

-Vaya, así que no me ha creído en ningún momento y sólo ha fingido que me comprendía. Qué extraño… Usted no se diferencia en nada de los demás loqueros.

-Que no, es que… Por Dios, ¡ha de admitir que esto no pasa diariamente!

-No hay peros que valgan. Ya sufre Saile siendo invisible como para que usted se mofe y diga que no existe, que es irreal. ¿Sabe que hace un par de años atrás descubrimos una forma muy sencilla de poder visualizar su cuerpo?

-¿Qué… qué forma…?

-Cubrirse con algún líquido o tinte. Tan simple como eso. A lo mejor si Saile lo hace, usted ya acepte la realidad.

-¿Y de dónde piensa sacar suficiente líquido como para hacerlo?

-Bueno… sus cinco litros bastarán.

-¿¡Cómo dice!? ¡Definitivamente no está cuerda! Si me mata y declara que lo hizo un ser invisible, la encerrarán en un manicomio, ¡la tomarán por una loca!

-Llevo siendo acusada de eso casi toda mi vida. Irrelevante. Saile, procede.

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