Noticias desde la Oscuridad

06-07-2015
Cardiofagia está concluido.

13-07-2015

22-07-2015

28-07-2015

09-08-2015

03-09-2015

22-09-2015
Suerte está concluido.

28-09-2015

Lamento del día

Mientras que yo soy un ciego que ha aceptado su propia invidencia, tú eres uno que aún cree que simplemente tiene una venda tapándole los ojos.

lunes, 24 de febrero de 2014

Microdemencia: Letras

-Vaya… Increíble… Eres la visita que más ansiaba y la que menos esperaba.

Explicarlo es difícil para alguien que asienta sus conocimientos en un marco de posibilidades confeccionado por sus experiencias. Para el resto, será tan fácil de exponer como decir que ante mí se hallaba el protagonista principal de mis historias: un joven mago y espadachín nacido en una Edad Media con un amplio desarrollo tecnológico. Debió surcar el espacio una estrella fugaz justo cuando deseé que cobrara vida, porque ahora está fuera de los libros y es tan real como la felicidad o la tristeza.

Pero la causa podía obviarse, lo importante era que no se debía a ningún sueño, era real. En cierto modo me sentía como una Diosa presentándome ante Adán, con la diferencia de que este protohombre era bastante inteligente, no tenía que explicarle nada, se comportaba como si esa habitación fuera suya y ni siquiera se preguntaba cómo había llegado hasta aquí.

-Bueno, imagino que tendrás unas cuantas dudas. –afirmé con asertividad–.

-La verdad es que no muchas. Tan sólo una. ¿Sabes dónde te encuentras?

-Por supuesto que sí. Estoy en mi casa, en Madrid, es la capital de España.

-No. Ese lugar que acabas de nombrar pertenece al sitio de donde procedes, yo me refiero a este mundo, al real.

-¿Cómo? Creo que el viaje te ha afectado, bastante energía ha de haberse gastado para sacarte de un par de líneas de un libro como para no haber provocado ninguna tara.

-Entiendo. Así que crees que siempre has existido… Eso me ha servido de mucha ayuda, ya conozco la mejor manera de guiar esta conversación para causarte el más mínimo daño psicológico.

-A ver… Te estás equivocando. Recapitulemos. Llevo años escribiendo relatos en los que tú eres el personaje estrella. Tengo una gran cantidad de esas historias esparcidas por esta habitación. Un día deseé que fueras real y parece que mis plegarias fueron atendidas. Eso es todo.

-Me temo mucho que eso no es cierto –respondió con una rotunda seriedad–. De hecho, es todo lo contrario. Yo no soy el personaje de un libro, sino tú.

-Si quieres imitar a Unamuno, quiero que sepas que no me ha gustado la broma ni desde el principio de la misma. Deja de delirar. ¿Sabes qué? Estaría genial que regresaras a las páginas, sólo traes problemas pensando por ti solo…

-Veo que sigues en la fase de negación. Cuando pedí que te materializaran, ya me advirtieron de ello. Muy bien, supongo que tendré que recurrir a medidas drásticas.

-¿Vas a… matarme?

-Nada de eso –negó rápidamente con la cabeza–. Mi espada se reserva para los ataques de dracónicos y reptiliacechadores. Este asunto lo resolveré con el diálogo, tal y como llevo intentándolo estos minutos.

-¿Y qué vas a hacer entonces?

-Tan solo rebusca en esta habitación alguno de esos libros de los que afirmas que yo provengo. Si encuentras uno sólo de ellos, te doy mi palabra de honor, te dejaré en paz.

-Me parece razonable el trato. Ahora verás, te demostraré que el personaje ficticio eres tú y no yo.

Comencé como una desquiciada a buscar entre los estantes, bajo la cama, sobre el escritorio, pero no había ninguna página donde aparecieran los libros que yo había escrito. A punto de lanzar algún improperio afirmando que él había escondido mis relatos, me mostró una página en la que salía la descripción de una persona, la cual, tras leer el párrafo, se asemejaba mucho a mí, tanto psíquica como físicamente. Todo apuntaba, entonces, a que el personaje ficticio era yo… y no él.

-¿Lo comprendes ahora? En mis ratos libres escribía sobre un mundo futurista carente de la tecnología actual. El personaje que inventé, es decir, tú, fue creado con la mayor sencillez posible. Seguramente adoptaste una psicología igual de sencilla. O, en otras palabras, tu cerebro se había acostumbrado a una normalidad excesiva, de tal forma que calificabas como fantástico o imposible cualquier pincelada que añadía yo en la historia que fuera más acorde a mi realidad.

Seguía enmudecida, en shock. Mi vida acababa de desmoronarse, todo era una sucesión de mentiras, todo creado a partir de la pluma que empuñaba él. ¿Qué sería de mí ahora?

-Cuando acabé las obras quise llegar a más –prosiguió–. Así que busqué al mejor hechicero de la villa y me ofreció por unas pocas monedas de plata una pócima revividora. Mientras la dejaba reposar sobre el papiro fui a dar una vuelta. Al regresar te encontré y vi que tu mentalidad estaba trastocada, por lo que te seguí el juego e intenté, paulatinamente, abrirte los ojos a la auténtica realidad. El resto ya lo conoces.

A partir de ahí él me dio dos opciones. Tomar otra dosis de la pócima para revertir el efecto o aprender a convivir en este mundo. No hace falta que diga qué opción escogí. Por mucho que todo esté en mi contra, seguiré pensando que yo soy la autora de este mundo y no al contrario. Y, aplicando esa premisa, me dispongo a relatar una frase con la que cualquier escritor o escritora estará de acuerdo.

¿No es maravilloso poder vivir en el mundo que tus textos conforman con tanto anhelo?

1 comentario: